lunes, 3 de marzo de 2014

Búfalo Bill Romance y el adiós de un ilustrado

Texto: Paco Giménez


Dos noticias, relacionadas entre sí, se han producido recientemente: la presentación del libro Búfalo Bill Romance y, muy poco tiempo después, el fallecimiento de su autor. Ambas son tan cercanas en el tiempo que me resulta imposible no asociarlas.

La pérdida

El pasado 25 de diciembre falleció prematuramente Carlos Pérez tras una larga y complicada enfermedad que lo había obligado a jubilarse anticipadamente. Durante el funeral, incluso durante la presentación del libro, el comentario más común entre los presentes fue: "cuanto he aprendido con él y cuanto me he divertido". Sirva este escrito como agradecimiento a tanto como Carlos nos dio. Un legado muy valioso que se ha colado en mis huesos y en mi obra.

Me resulta imposible resumir aquí su trayectoria profesional. Es demasiado extensa e intensa aunque, por suerte, estos días otros lo están haciendo por mi. Ni tan siquiera me resulta abarcable su trayectoria vital, pues era de tal magnitud que cada persona que lo conoció podría contar alguna divertida anécdota de él que los demás no conocemos. Solo intentaré esbozar a uno de los personajes fundamentales de la cultura valenciana de las últimas décadas y lo haré a través de mi conocimiento directo, y subjetivo, y desde mis intereses como ilustrador.

Una parte del trayecto

Conocí a Carlos Pérez a principios de los 80 cuando me propuso colaborar con él en la realización de unos materiales didácticos. Primero desde la Dirección General de los Servicios Sociales, dónde él era el Director, después desde la Diputación de Valencia, incorporándose entonces al equipo la pedagoga Paulina Ribera, especialista como él en temas de didáctica. Posteriormente intentamos trabajar con una empresa privada para el desarrollo y realización de una serie de juguetes didácticos. Una aventura que acabó bastante mal porqué la empresa acabó dejándonos fuera del proyecto y plagiando nuestros diseños. Ya por entonces, sus innovadoras ideas chocaron con la incomprensión propia de esta ciudad, a la que él, años más tarde, llamaría "la Valencia de la modernidad imposible".

Rinoceront, ilustración de Carlos Pérez, del libro Alfabestiari, Empúries, 1992
Fue mucho más tarde cuando, como responsable de exposiciones en sucesivos museos a partir de los años 90 (IVAM, Reina Sofía, MuVIM), se convirtió para mi, y supongo que para otros muchos más, en la manilla que abrió, una tras otra, las ventanas de la modernidad. Esa modernidad que si bien aquí no llegó cuando debía, resultó mucho tiempo después casi igual de provocadora y novedosa. Fue entonces cuando pude conocer de primera mano las obras vanguardistas que solo había podido admirar en los libros. Cuando descubrí a creadores que, al otro lado de los Pirineos, eran referentes fundamentales para comprender la evolución de las artes gráficas, pero de los que yo no tenía la menor idea.

Carlos me había invitado a conocer y participar de una magnífica fiesta visual y entonces empecé a darme cuenta que el mundo en el que nos movemos los ilustradores era, y continúa siendo, muy poco permeable a los movimientos artísticos de otras épocas. Como si quisiera bastarse a sí mismo retroalimentándose, convirtiéndose en endogámico, y en gran medida ignorante de lo que le rodea.

Durante décadas fueron miles las imágenes que este accesible y experto ilustrado fue mostrándome, directamente o por su mediación, ante mis ojos, pero he conseguido retener permanentemente en mi retina un buen puñado de ellas. El Pinocho de Bartolozzi; las geométricas figuras de Jean-Émile Laboreur, ante las que Carlos me dijo "Te presento a tu padre putativo" mientras yo las miraba y remiraba pasmado; tipografías antropomórficas de El Lissitzky; precursoras propuestas del maestro de maestros Bruno Munari; carteles magistrales de artistas polacos de entre guerras; los cinematográficos del revolucionario e imprescindible Muñoz Bachs; versiones múltiples del Bibendum de Michelin, "el mejor logo de la historia"; juguetes de síntesis vanguardista de Torres-García o Ladislav Suntar; recortables deliciosos, y aún tan actuales, del dibujante Tono; ilustraciones de Alexander Rodchenko, Fortunato Deppero, Elisabeth Ivanovsky... y tantas y tantas otras maravillas. Buena parte de ellas recopiladas en la ya mítica exposición "Infancia y arte moderno", reflejo de esas vanguardias de papel y madera que tanto enamoraban a Carlos y que acabaron seduciéndome a mi también.

Cocodril, ilustración de Carlos Pérez, del libro Alfabestiari, Empúries, 1992
Y como no, los magníficos catálogos cuyos textos, muchas veces del propio Carlos, son los que contextualizan las imágenes y ayudan a entenderlas. Una amplía biblioteca que reviso estos días con fruición, pues no en vano son obras importantes que puso en manos de los mejores teóricos, diseñadores e impresores. En este sentido quiero señalar, porque suelen pasar desapercibidas, algunas de las agendas del IVAM que dejaron su impronta y que realizó durante años con el diseñador Manuel Granell. Singulares y pequeñas joyas que son una huella inequívoca de la personalidad de Carlos, intelectuales y eruditas, cercanas y prácticas. Y muy bellas, pues muestran también una parte del mejor diseño gráfico valenciano, producido con mimo y desde la coherencia estilística respecto a las obras que incluyen, siempre tratadas con el máximo respeto y sensibilidad, ya sean dibujos revulsivos hasta las arcadas de George Grosz; deliciosas ilustraciones para niños de Lebedev, o tipográficas dadaístas de Kurt Schwitters.

Desde la aparición de Carlos en la escena museística valenciana se redujeron mis viajes a Madrid y Barcelona (por no decir a Europa), ya que pude saciar mi sed “artística” sin moverme de mi ciudad. Y si ya de por sí me atraía esa modernidad ilustrada acabó seduciéndome completamente. Nadie como él ha sabido prestar tanta y tan apasionada atención a las artes gráficas. Consiguió mostrarlas y dignificarlas a nivel nacional, hacía mucha falta, y además situarlas, junto con otras disciplinas artísticas, en el circuito museístico internacional. Todo gracias a su erudición y su enorme capacidad de trabajo, a sus contactos, todos ellos auténticos especialistas en la materia, y también a su buen hacer y extraordinaria sensibilidad artística.

Agenda dedicada a Vladimir Vasilievich Lebedev. Manuel Granell. Valencia 1999
A modo de final de este parcial, y subjetivo, resumen de una frenética y apasionada trayectoria, me gustaría resaltar la atención que dedicó de forma especial a nuestra ilustración, impulsado sin duda por su sensibilidad hacia el sector. Cabe destacar las exposiciones colectivas "Los hoteles de la imaginación" comisariada por nuestro compañero Carlos Ortin, "17 libros para niños ilustrados" organizada por Media vaca y "Kipling ilustrado" en la que me implicó junto a la profesora Lola Pascual; y las retrospectivas de los maestros Max y Miguel Calatayud. Fue también el impulsor, aunque no pudo disfrutarlas por estar ya su salud seriamente deteriorada, de las "Jornadas sobre ilustración gráfica", las primeras que de este tipo se han celebrado en nuestro país. Un encuentro que contó con destacadísimos ponentes y en cuya organización estuvo muy implicada la APIV.

Me gustaría también hacer una mención a dos de sus libros. Alfabestiari (Empúries), diseñado e ilustrado por el propio Carlos, muy en la línea de las vanguardias, con textos de Francesc Pérez i Moragón, y el más reciente Kembo (Kalandraka), león vegetariano en el África negra, estrella de circo en París, y sustituto ocasional del león de la Metro, ilustrado por Miguel Calatayud e incluido en la lista de honor de la IBBY de 2012. Dos obras muy diferentes en las que se evidencia su humor complejo y cosmopolita.

La presentación
 
La otra noticia a la que hacía referencia al principio, la presentación del libro Búfalo Bill Romance, se produjo el pasado 27 de noviembre en el Colegio Mayor Rector Peset.  Fue un evento excepcional en muchos sentidos, y cobra aún más valor, si cabe, recordándolo tras la muerte de Carlos a penas un mes después y cuando aún tenía muchos proyectos en su bulliciosa cabeza que desgraciadamente ya no podremos disfrutar.
Retrato de Carlos Pérez, etiqueta para el cava. Dani Sanchis. Valencia 2013
Resultó la presentación de libro más especial a la que he asistido. La espaciosa sala de la muralla, que casualmente alojaban una exposición de su gran amigo y excelente pintor y deseñador gráfico Ramírez Blanco, se llenó de ilustradores, pintores, diseñadores, comisarios, montadores, impresores, críticos, fotógrafos, periodistas, admiradores, compañeros, amigos, muchos amigos, e incluso un puñado de niños (quizá para compensar con su inocencia a algún oportunista perdido). El editor Vicente Ferrer, con su fino sentido del humor, contó numerosas anécdotas sobre las vicisitudes que había atravesado el libro durante su gestación. La soprano Begoña Martínez y el pianista Jesús Debón nos deleitaron interpretando canciones que habían inspirado al autor para realizar el libro,  finalizando con un bis del simpático foxtrot "Búfalo Bill", coreado por los asistentes convenientemente tocados para la ocasión con gorros indios de plumas. A continuación la improvisada intervención de Carlos desde su silla de ruedas que nos mostró a un hombre desinhibido, corrosivo, inspirado, con su fino sentido del humor intacto, pidiéndonos que no cediéramos al acoso y derribo que estaba sufriendo esta espantosa "capital de la modernidad imposible” porqué él no se rendía, porqué aún le quedaba mucho por hacer. Finalizó el acto con los tres entusiastas hurras que solicitó el editor, y que nos condujo a degustar unos exquisitos canapés y un delicioso cava, al gusto sibarita del autor. Cava que fue además etiquetado para la ocasión con un retrato de Carlos que recuerda los carteles de "Se busca" del lejano Oeste, realizado por el ilustrador del libro.
Esta fiesta nos dejó sin duda un buen sabor de boca. Carlos estuvo pendiente de hasta el último detalle, tal vez consciente del poco tiempo que le quedaba, y como colofón de su vida nos quiso regalar este magnífico Búfalo Bill Romance que hoy ya es su última obra publicada. Un broche magnífico para una vida generosa, frenética y apasionada a rabiar.

Marisa, María José y Lupe, entre los asistentes al acto, coreando el foxtrot "Búfalo Bill". Fotografía de Bernard Custard
El libro regalo

Búfalo Bill Romance se gestó a partir de un poema inédito de Vicente Huidobro sobre el conocido aventurero, y se convirtió en un fantasiosa crónica de sucesos y personajes que se dieron en París desde finales del siglo XIX hasta el periodo de entre guerras. La Exposición Universal de 1889, la
inauguración de la torre Eiffel y el espectáculo del "Salvaje Oeste" del citado aventurero, enmarcan relatos entrelazados de poetas de las vanguardias y estrellas de circo, moviéndose entre ideas revolucionarias, zoológicos humanos y sociedades secretas.
Ilustración capitular de Bufalo Bill Romance. David Sanchis. Valencia 2013
El libro cuenta, además de los sugerentes collages de Dani Sanchis a modo de capitulares, con abundante material gráfico de la época tanto original como imitaciones: carteles tipográficos, anuncios de prensa, ilustraciones, pinturas, caricaturas, retratos de fenómenos humanos circenses, de indígenas "salvajes" y aristócratas, de Huidobro y otros artistas, del propio Búfalo Bill y de las estrellas de su espectáculo... e infinidad de detalles y homenajes ocurrentes. Todo ello perfectamente cohesionado en el libro con un diseño, coherente con la época, que lo convierte en una riquísima delicatessen. Una muestra del concepto de edición más exigente, que abarca desde la concepción global de los contenidos hasta la producción final del objeto artístico. ¡Es fácil suponer cuanto se han debido divertir todos los implicados! Ahora nos toca a nosotros.

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